PANDEMIA Y RELIGIÓN

PANDEMIA Y RELIGIÓN

PANDEMIA Y RELIGIÓN

Por Alfredo Abriani

En tiempos de pandemia circulan análisis de distinto tipo: sanitarios, socioeconómicos y geopolíticos, entre otros. Todos ellos son relevantes y necesarios. Sin embargo, en un mundo donde casi el 85% de la población se identifica con alguna religión, vale la pena contemplar también la dimensión espiritual del ser humano en esta crisis inédita y extraordinaria que afecta a toda la humanidad. Amerita preguntarse cuál es el aporte de los liderazgos, las confesiones y las distintas instituciones religiosas en este difícil momento .

Durante las crisis tomamos mayor conciencia de la fragilidad y finitud de la vida, especialmente frente a riesgos para nuestra salud y la de los seres queridos. Las confesiones religiosas proveen apoyo y contención espiritual, promueven valores como la solidaridad y la fraternidad, y además nos proporcionan esperanza y consuelo. Esto es sumamente importante ya que en los momentos de incertidumbre como el que vivimos, frente a sentimientos de agobio y amenaza ante una determinada situación, los creyentes nos volvemos a Dios en busca de refugio.

Por su parte, los liderazgos religiosos pueden cumplir un rol fundamental en la concientización de la población. Los fieles les reconocen autoridad y son referentes para multitudes. Tienen el potencial de convertirse en grandes aliados para difundir las medidas establecidas por las autoridades y, de esta forma, ayudar a que gran parte de la sociedad tome conciencia de cuán importante es su cumplimiento.

Las confesiones religiosas también pueden adoptar medidas que acompañen las decisiones de los gobiernos, tomando recaudos para evitar la propagación del virus . Sólo por hacer referencia a algunos ejemplos: el Vaticano suspendió las audiencias públicas que los miércoles se realizan en Plaza San Pedro y el Papa celebra la misa diaria sin la presencia de fieles, aunque sus liturgias se transmiten en directo por los canales de streaming del Vaticano. El reino de Arabia Saudita prohibió realizar la peregrinación a La Meca y Medina, los lugares más sagrados para los musulmanes. Y la República Islámica de Irán suspendió en las ciudades más importantes las oraciones de los viernes, el principal día de oración en el islam.

Por otro lado, las instituciones religiosas cumplen un rol importante con la asistencia material que brindan a la sociedad. Muchos templos abrieron sus puertas para albergar a gente en situación de calle y adultos mayores que no puedan cumplir con el aislamiento social preventivo por no contar con las condiciones adecuadas o por falta de medios. También se organizaron donaciones de ropa, alimentos y artículos de higiene para ayudar a los sectores más vulnerables de la sociedad. Y algunos templos se pusieron a disposición para facilitar la vacunación antigripal para personas mayores de 60 años, entre otras medidas. Especial mención cabe hacer a la tarea de contención que realizan los sacerdotes y algunos pastores en los barrios populares con condiciones sanitarias más precarias.

Desde el comienzo de la pandemia ya hemos atravesado Semana Santa y Pesaj, y está a punto de concluir el sagrado mes de Ramadán, que están entre las conmemoraciones más importantes para cada una de las tres religiones abrahámicas, respectivamente, el cristianismo, judaísmo e islam. Pero esta vez los fieles practicaron sus rituales en casa, valiéndose de las nuevas tecnologías para conectarse con sus familiares, sus afectos y su comunidad religiosa. Proliferaron los servicios y ceremonias religiosas transmitidas por streaming . Además, por Zoom y otras plataformas digitales se organizaron cenas de Pesaj-seder, ritual de la noche de la Pascua judía, que conmemora la libertad y el éxodo de los israelitas de Egipto- y se celebraron iftares -la ruptura del ayuno que al anochecer realizan los musulmanes cada día del mes de Ramadán-, permitiendo la participación no solo de los próximos sino también de los que se encuentran en otras latitudes.

Nuestra vida cotidiana se alteró por completo y nuestras prácticas religiosas no son la excepción. En la Argentina el gobierno nacional dispuso que durante la vigencia del aislamiento social, preventivo y obligatorio no pueden realizarse eventos culturales, recreativos, deportivos, religiosos, ni de ninguna otra índole que impliquen la concurrencia de personas, pero permitió acertadamente la circulación de los ministros de los diferentes cultos a los efectos de brindar asistencia espiritual y recientemente, en una nueva etapa, se autorizó la apertura de los templos para la oración personal de los fieles, teniendo en cuenta las disposiciones sanitarias.

Las restricciones abrieron un debate sensible, que se da también en otros países, sobre si estas decisiones afectan o no la libertad religiosa. Es una cuestión opinable, que además puede estar condicionada según las exigencias de la práctica religiosa en cada confesión. Es el caso de los católicos, que a raíz de la imposibilidad de celebrar la misa con público están impedidos de participar de la celebración eucarística, aunque en este caso me inclino por pensar que la gracia de Dios no es negada nunca, menos en este momento de ausencia involuntaria a la celebración de los sacramentos.

La libertad religiosa es un derecho humano fundamental, de los más importantes para el correcto desarrollo de una sociedad, pero también tiene sus límites . La prohibición de celebrar el culto no es autoritaria ni caprichosas, se trata de una medida excepcional y transitoria, establecida en una circunstancia inédita en la que todos tenemos que resignar y hacer un esfuerzo en distintos aspectos por un bien superior comunitario: la salud pública. Su fin último no es afectar la libertad religiosa sino evitar la aglomeración de gente. Si no, veamos lo que ocurrió en Corea del Sur, donde se registró un brote relacionado con una iglesia evangélica que siguió celebrando ceremonias a pesar de los llamados del gobierno a evitarlas. Allí una mujer de 61 años, miembro de la Iglesia de Jesús Shincheonji, que no sabía que había contraído el virus, se lo transmitió a cientos de asistentes a los oficios religiosos, incluido el pastor y su esposa.

En todo caso la vuelta a la “normalidad” deberá ser paulatina y fruto del diálogo entre los líderes religioso y las autoridades civiles, evaluando el avance de la pandemia y tomando todas las medidas necesarias para evitar la propagación del virus. El papa Francisco pidió recientemente, en medio del levantamiento gradual de las medidas de restricción por la pandemia de coronavirus en varios países, que la gente tenga “prudencia y obediencia” en la salida de la cuarentena.

Si hay algo que nos recordó la crisis del coronavirus es que en esta sociedad moderna en la que vivimos nadie se salva solo. Nuestro comportamiento afecta al otro, dependemos del compromiso, la solidaridad y la responsabilidad de todos.

Este artículo fue publicado originalmente en La Nación el día 18 de mayo de 2020